Te lo dije
– Te lo dije.
– Ya…
– No es por insistir, pero te lo había dicho.
– Vale,…
– En fin, que te lo advertí.
– Ya, ya lo sé; pero no te hice ningún caso…
– Eso es, exactamente, NO HICISTE CASO. ¿Y sabes por qué?
– Pues, ejem, supongo que…
– No, no supongas nada: sé sincera.
– De acuerdo. Veamos… No es que no quisiese hacerte caso, es más, te daba la razón, yo opinaba como tú, era consciente, plenamente, totalmente consciente. Y no soy tonta, ni insegura. Soy muy capaz. Muy racional.
– Y crítica.
– Sí, y crítica. Pero no sé, fue como una ilusión; un sueño, en realidad. Sí, eso es, como un sueño de esos en que te ves desde fuera, o sea, como que eres tú pero no del todo, lo ves todo desde arriba, y entonces te dices eso no, eso no lo hagas; ¿acaso soy yo el que está ahí abajo? Y sí, eres tú, pero no te escuchas y ves como llevas a cabo acciones sin sentido para ti, cosas que tú no harías. Pero no te preocupa mucho eso, porque como estás fuera de ti, pues no eres tú del todo.
– Me he perdido un poco… ¿No eres tú del todo? ¿Cómo?
– No eres tú porque cuando te observas no reconoces tu conducta. Estás a la vez dentro y fuera de ti y el sujeto que ves ahí, que físicamente eres tú (bueno, no sé si físicamente, es decir, ya sabes que en los sueños no ves con los ojos, pero tú lo sabes y punto) actúa como tú no lo harías. Así que, en definitiva, te da lo mismo.
– Vale, vale. Pero eso no es lo que has vivido.
– En cierto modo sí. Quizás tú no lo veas así. Desde fuera es más difícil. Pero yo sí. Yo, ahora, sí.
– Ahora. Eso mismo. Ahí quería yo insistir: TÚ AHORA LO VES ASÍ, pero… ¿y antes? ¿y durante? ¿y al principio de tu nueva situación?
– Antes fue diferente. No es que lo viese de otro modo. Es que directamente no veía. Ahí estaba en ese estado de ensoñación que te he descrito. Ensoñación o ilusión; engaño, si tú quieres. Llámalo como gustes.
– Discrepo. Para mí fue la peor etapa de tu vida. No estuviste soñando, estuviste anulada, mutilada, secuestrada… Además tanto física como psicológicamente. Es imposible que te sientas como dices.
– Al menos ahora siento. Experimento emociones, pienso, te hablo. ¿Sabes como es no sentir? ¿Y sentir y saber que es malo, que no merece la pena, que es mejor dejar de hacerlo? Es sentir vacío. Eso, eso es lo más difícil. Porque sentir amor, odio, pena…, eso, eso es lo sencillo. Lo difícil es no sentir. Saber que te duele tanto el amor como el odio. Porque odiar hace daño y amar, amar también te hace daño… Y cuando se daña lo que se ama, cuando el amor, el exceso de amor se usa como excusa para herirte, ¿qué te queda?
– No sé… no sigas, no es necesario, tranquilízate.
– ¡¿Qué no siga?! Ahora YO QUIERO SEGUIR. ¡Quiero que me escuches! Tú y todos.
¿Y sabes qué te queda? Te queda negarte, negarte todo, negarte a ti misma. Morir en vida. Y pensar,…, pensar que estás fuera de ti. Ya no notas el rechazo, los insultos, los golpes… Sí, hay alguien que los recibe, claro, tu yo, el yo de la escena que ves en el sueño, pero no tú. Tú estás fuera y no te reconoces. Para nada. ¿Cómo te va a estar pasando eso a ti? Eso es un mal sueño, no es real, tú no eres como esas otras, tan débil. A ti no. Sería imposible…
Y estando en esto es cuando se produce la disociación.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Pues que haces una separación: tu vida como te gustaría que fuese y tu vida real, la que, a efectos, no existe. Y todo eso te va cansando, desgastando, quemando.
El dolor físico es lo de menos. Lo que te duele es lo que yo llamo tu esencia: lo que tu eras y en lo que has tenido que convertirte.
– Explícate.
– Lo que te has hecho a ti misma para seguir, las partes de tu personalidad que te han o has amputado, lo que has perdido, a lo que renunciaste…
– Bueno pero piensa que ya pasó. Que has salido de todo eso y estás hablando. Que tú ahora eres libre.
– ¿Libre? ¿Para qué?
– Pues, para lo que quieras, para rehacer tu vida, ser tú misma…
– ¿Yo misma?
– Sí, como antes, como eras tú antes de conocerlo, antes de que el te hiciese tanto daño.
– No me acuerdo. ¿Me ayudarás?
Me lo dijiste…